Leicestershire, Inglaterra, 1779. Ned Ludd llegó a su límite, ya no pudo reprimirse más y descargó su furia sobre dos de los nuevos aparatos modernos: dos tejedoras mecánicas que hacían irrelevante su presencia en la fábrica. Hasta que no las redujo a chatarra, no pudo parar.
Este incidente daría origen décadas después a todo un movimiento social, el ludismo, conformado por aquellos que se opusieron a la introducción de maquinaria en la industria textil. La consideraban una amenaza para sus empleos y reducían sus salarios. Para conseguir sus objetivos, los luditas, inspirados en Ned Ludd (probablemente un seudónimo), destruían las máquinas y quemaban las fábricas, en un movimiento que tenía más de proletario que de tecnofóbico.
Sin embargo, desde entonces se ha considerado ludita a todo aquel que se opone a los nuevos avances tecnológicos por las pérdidas económicas y sociales que podían implicar para el ser humano.
El proceso creativo ya no parece único de humanos
Con la irrupción de herramientas generativas de imágenes mediante inteligencia artificial (IA) como Dall-E 2, Midjourney y Stable Diffusion en septiembre de 2022, el debate en torno a la supervivencia de trabajos artísticos irrumpió con fuerza en la opinión pública.
En diciembre, un nuevo tipo de herramienta, esta vez generadora de texto, suscitó un nuevo debate: ChatGPT era capaz de producir textos de manera conversacional en su interacción con el usuario, con una facilidad y rapidez pasmosas. Tan sorprendente es su uso que algunos rápidamente se inclinaron a desempolvar (otra vez) el manido test de Turing para hablar de la deseada IA fuerte.
El debate se extendió a otras áreas de conocimiento. En el mundo educativo se hablaba de cómo ChatGPT hacía innecesarios los antiguos deberes escritos (ya hay alguna herramienta que permite detectar los trabajos generados mediante ChatGPT). En el mundo jurídico, trabajos farragosos como la búsqueda y resumen de jurisprudencia pueden ser cosa del pasado. Y son solo dos ejemplos. En cada disciplina se ha reflexionado, en público o en privado, sobre las posibles consecuencias de la introducción de la inteligencia artificial en la profesión.
La necesidad de medir el impacto de ChatGPT
La atención que está recibiendo esta herramienta es enorme, algo inédito hasta ahora: en apenas dos meses, la plataforma que permite charlar con ChatGPT alcanzó la cifra récord de 100 millones de usuarios únicos (Instagram tardó 26 meses en alcanzar la misma cifra. Facebook, 54 meses).
Esta expectación se ha traducido también en numerosos artículos y piezas informativas en medios de comunicación de todo el mundo y miles de publicaciones en redes sociales (algunas alabando la herramienta, otras mofándose de ella o poniéndola a prueba).
OpenAI había movido ficha, iniciando una carrera en la que Microsoft y Google tienen prisa por entrar para incorporar en sus respectivos buscadores las nuevas posibilidades que brinda esta tecnología.
Noticias, libros, papers, aplicaciones…
Para monitorizar el impacto de ChatGPT en nuestras sociedades, un grupo de investigadores académicos acabamos de lanzar un proyecto web denominado ChatGPT Impact. En él se muestra que desde su lanzamiento el 30 de noviembre de 2022 se han publicado sobre ChatGPT más de 21 000 noticias en medios de comunicación, más de 6 millones de tuits, más de 120 000 publicaciones en Facebook y más de 17 000 en Instagram.
El impacto es innegable y su crecimiento, exponencial. Solo en febrero se publicaron en Amazon 35 nuevos libros al día sobre ChatGPT. Ese mismo mes, el número de trabajos científicos publicados duplicó a los publicados el mes anterior. Son más de 200 las aplicaciones que usan la tecnología de ChatGPT, mientras el contenido en YouTube, Twitch, TikTok, Discord y otras plataformas no para de aumentar.
Estos y otros datos se irán recabando de manera periódica en la página web del proyecto, con el objetivo de monitorizar las tendencias y analizar el impacto de ChatGPT en las distintas manifestaciones sociales.
No debemos caer en la frustración que sentía Ned Ludd al mirar estos nuevos “telares mecánicos”. Aunque la IA nos supere en ciertas capacidades tenemos que recuperar, como decía José Mª Lasalle en un reciente artículo, el sentido de las herramientas y las técnicas: ponerlas al servicio de la creatividad y la imaginación humanas.
ChatGPT es muy buena encadenando palabras gracias a su modelo estadístico, hasta tal punto que parece una persona hablando, pero no comprende aquello que está diciendo. No es capaz de reflexionar o soñar con ovejas eléctricas. Somos nosotros los que podemos usar esa herramienta para imaginar el futuro. Esperamos que nuestro proyecto ayude a conseguirlo mostrando el impacto que está teniendo y, sobre todo, que tendrá en nuestras vidas.
Ninguna frase generada por ChatGPT ha sido usada en este texto. En un futuro cercano es posible que sea obligatorio incluir este disclaimer en todos los textos que leamos.
Fco. Javier Cantón Correa, Investigador asociado en el Departamento de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, Universidad de Granada; Álvaro Cabezas Clavijo, Profesor en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR); Pavel Sidorenko Bautista, Profesor e investigador de la Facultad de Empresa y Comunicación, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja y Rubén Alba Ruiz, Assistant scientist, Junta de Andalucía
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
El Economista