Conclusiones rápidas sobre las elecciones estatales de ayer

Morena se fortifica territorialmente junto con sus aliados. A partir del resultado de ayer gobierna más entidades federativas. De no tener ninguna gubernatura en el 2018, ahora encabeza 22. El oficialismo de López Obrador acumula recursos para la elección presidencial de 2024. Lo pone en ventaja frente a sus opositores. 

Y lo hace Morena valiéndose de todos los medios, reciclando a cuadros priistas acaso controvertidos pero con suficiente capital electoral para ganar una gubernatura. En este sentido, Morena es un depredador: se trata de ganar a toda costa. No importan los medios sino los resultados. El pragmatismo manda. 

¿Qué  opciones le quedan entonces al PRI y al PAN? Aliarse. La única posibilidad para ser competitivos en el 2024 será negociar una coalición. Unidos podrían ganar la presidencia. Separados definitivamente perderán. No tienen de otra. 

En cambio, el oficialismo de López Obrador sí le encanta negociar en coalición. No le hace el feo a otros partidos ni a candidatos que suele piratearle al PRI con cínica sonrisa. Generalmente en elecciones locales, Morena no contiende solo: se le suman el Verde, el PT y, en algunos casos, hasta Movimiento Ciudadano. 

De hecho, el partido que mejor juega sus cartas es MC. Cuando las puede solo, como en Jalisco o Nuevo León, se va por la libre y gana la gubernatura. Cuando no, cobra caro sus alianzas. Y por eso, ahora es el partido que mejor se cotiza en el draft electoral. ¿Cómo jugará sus piezas MC en la elección presidencial? Depende. Ya lo iremos viendo.

Ahora dejo una reflexión curiosa sobre el resultado de las elecciones estatales de ayer. Generalmente, gana la coalición opositora al gobernador en turno. 

Morena gana en estados gobernados por el PRI. Pero donde ya gobierna el partido del Presidente, suele arrojar resultados muy malos, tirando a pésimo, como pasó en la CDMX el 2021. 

¿Por qué? Por un fenómeno que no se daba en sexenios anteriores: los electores se hartan muy rápidamente de quienes los gobiernan, así que en la siguiente elección buscarán una opción distinta. 

Esto lo está padeciendo últimamente el PRI a tal grado que, si el próximo año pierde el Estado de México y Coahuila, ya dejará de tener gobernadores en activo extraídos de sus filas (Hidalgo es paradigmático porque el PRI nunca había perdido ahí la gubernatura). Cierto: este fenómeno le pasa con menos frecuencia al PAN: ayer repitió gobernador en Aguascalientes y Durango. 

Dicho de otro modo: lo que demuestran las elecciones estatales de ayer, es que ya suele imperar en el país la lógica de la alternancia, o lo que yo denomino “el síndrome del elector decepcionado”. Las siglas de los partidos se devalúan muy rápidamente en cuanto gobiernan. Se les acaba el gas.  

Por eso, muchos priistas han preferido renunciar al PRI y brincarse a Morena: le dicen a los electores que son otros, porque ahora los abandera otro partido. Los panistas también lo hacen, pero con menos frecuencia. 

El chapulineo ya no es una práctica condenable. Y a veces son peor vistos políticamente quienes se quedan que quienes se van, como le pasa a panista de Nuevo León con la camiseta bien puesta pero éticamente muy reprochables.