«¡No! ¡No a la reelección!»: AMLO responde a petición de simpatizantes en el Zócalo

López Obrador se lanzó en un discurso de más de una hora y media, durante el cual presumió los logros de sus cuatro años de gobierno en el ámbito social y en el combate a la corrupción, y refrendó su «amor al pueblo» como base de su poder.

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).-«¡No! ¡No a la reelección! Nosotros somos maderistas: sufragio efectivo, no reelección» reviró hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador a la muchedumbre que, desde el Zócalo capitalino, le alentaba a repetir su mandato en 2024 con gritos de «re-e-lección».

Al concluir una marcha maratónica de cerca de seis horas, que recorrió el trayecto del Ángel de la Independencia a la plaza de la Constitución, López Obrador se lanzó en un discurso de más de una hora y media, durante el cual presumió los logros de sus cuatro años de gobierno en el ámbito social y en el combate a la corrupción, y refrendó su «amor al pueblo» como base de su poder.

«México hoy es santuario de las libertades», aseveró el presidente, quien resaltó la «vocación democrática» de su gobierno, y tomó como ejemplo que la cumbre de líderes de ultraderecha se pudo llevar a a cabo sin obstáculo la semana antepasada en Santa Fe.

López Obrador exhortó a su audiencia a hacer «realidad y gloria» la idea del «humanismo mexicano», que postuló como cimiento ideológico de la Cuarta Transformación. Ese concepto mezcla principios del tabasqueño, como sus lemas «para el bien de todos, primero los pobres», o «el progreso sin justicia es retroceso». El mandatario agregó que  implica «no aceptar el derrotismo político» y desterrar la corrupción.

Tras celebrar que muchos asistentes a la marcha eran jóvenes y que «hay relevo generacional», el presidente repitió el gesto que hizo hace cuatro años, en la ceremonia de su toma de protesta: dedicó su discurso a los «precursores» de la lucha, quienes lo acompañaron hace muchos años y «se nos adelantaron».

Frente a decenas de miles de personas, y con su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller y su gobierno ampliado a sus espaldas, López Obrador demostró que siguen intactos su talento de orador y su gusto por hablar en público, un ejercicio del que se hizo experto durante los más de 20 años que dedicó a recorrer el país para construir el movimiento que lo llevó en el poder.

Como era de preverse, los simpatizantes del mandatario respondieron a su convocatoria y le ofrecieron un Zócalo lleno y totalmente entregado, que aprobaba cada una de sus frases con sendos aplausos y lanzaba consignas para alentarlo.

«Ya saben como decía Martí: Amor con amor se paga», dijo el mandatario a su audiencia, que le correspondió con gritos de alegría. Ya casi concluyendo su alocución, el mandatario se ofreció a su audiencia, al afirmar que solo «el pueblo» puede defender la democracia y la Cuarta Transformación.

López Obrador recibió los aplausos más nutridos cuando presumió el aumento del salario mínimo, anunció que 2023 se reconocerá al general revolucionario Francisco Villa, el combate a la corrupción, el cobro de impuestos a grandes empresas y bancos, el subsidio a las energías o los beneficios de la austeridad republicana, como el hecho de que no se haya adquirido «un solo» coche para ningún funcionario federal.

«¡Al carajo con todo eso!», soltó el mandatario al referirse a las políticas económicas neoliberales y, tras recalcar que «funciona la fórmula de desferrar la corrupción y terminar con la corrupción y el derroche en el gobierno», dijo: «Es buen negocio aguantar las críticas, los insultos, hasta la calumnia», lo que desencadenó una ola de aplausos.

Durante más de una hora y media, López Obrador habló en defensa de la «dignidad» de los 40 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos –pidió un aplauso para los 60 mil millones de dólares que enviarán a México este año–, resaltó el aumento en las inversiones de Estados Unidos y sostuvo que «es evidente que con el gobierno de Estados Unidos estamos trabajando juntos, con respeto a nuestras soberanías».

En materia de política internacional, el mandatario insistió en la «hermandad» de México con América Latina, y pidió unos aplausos para el triunfo de Luiz Inácio Lula Da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil. 

Justificó la entrega de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), una de sus medidas recientes más polémicas, con el argumento de que «no se corrompa como sucedió con la antigua Policía Federal», y agregó: «En nuestro gobierno no hay funcionarios como García Luna». Acto seguido, el presidente reiteró la promesa de esclarecer la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, una promesa pendiente de su administración.

Como en sus conferencias matutinas, López Obrador presumió sus programas sociales –como Sembrando Vida o Jóvenes Construyendo el Futuro–, así como las grandes obras de infraestructura de su administración, como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) o el Tren Maya, el relanzamiento de la industria petrolera –tema que fue muy aplaudido–, o el «rescate» de la industria eléctrica de los afane privatizadores de gobiernos pasados.

El mandatario insistió en el aumento del salario mínimo, la reforma al sistema de Salud, su política educativa, sus logros en seguridad o la estabilidad económica que logró en plena crisis detonada por la pandemia de covid-19.

En el público, se observaban gestos de aprobación a cada dato que ofrecía el mandatario. Aparte de las cartulinas que se burlaban de las acusaciones de acarreo lanzadas desde la oposición, una parte de la audiencia cantó en coro la consigna «el INE sí se toca», un mensaje provocativo dirigido a quienes participaron en la nutrida marcha «en defensa del INE» del pasado 13 de noviembre.

Poco antes de que el mandatario concluyera su discurso, dónde afirmó que ya se terminaron la oligarquía, la corrupción, el racismo, el clasismo y las violaciones a los derechos humanos en el gobierno, empezaron a irse algunos de los asistentes, con lo que se alivió un poco la concentración en la plaza.

El mandatario se despidió con una invitación a seguir «haciendo historia» a través de la «revolución de las consciencias», y en un último arengo, lanzó una serie de «¡Viva México!», que recibieron un fuerte eco. Después de escuchar el himno nacional, el Zócalo se fue vacíando poco a poco.

Larga espera

Desde la mañana, la Plaza de la Constitución se fue llenando de miles de personas en búsqueda de un lugar cercano al templete donde hablaría el presidente.

Con el paso de las horas, la muchedumbre se convirtió en una masa compacta, de la que sobresalían banderas, cartulinas y globos, pero también sombreros, gorras y sombrillas para protegerse del pesado sol que irradiaba la explanada.

Mientras López Obrador avanzaba lentamente entre el mar de gente que lo aplaudían a lo largo del trazo de la marcha, mariachis de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y de la Secretaría de Marina (Semar) tocaban sus repertorios en el templete para entretener al público.

Antes de la llegada del mandatario, la plaza estaba prácticamente llena, a excepción del amplio espacio en frente de Palacio Nacional, ocupado por autobuses de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de Educación de Guerrero (CETEG), como parte de su plantón en exigencia de la reanudación de un diálogo con el gobierno.

Poco después de mediodía empezaron a llegar al templete los primeros integrantes del gabinete de López Obrador, los gobernadores de Morena y otros invitados, como el periodista Pedro Miguel, para arropar al mandatario en su discurso.

Pasaron las horas, y el mandatario no llegaba. Al cansancio se sumó un sol cada vez más pesado. 

Algunos asistentes aprovechaban los breves ratos de silencio para lanzar consignas de apoyo a López Obrador, pero también de repudio al senador Ricardo Monreal Ávila, cuya salida de Morena para un partido de oposición parece inminente. 

«¡Fuera Monreal!», «¡Traidor!», gritaron en coro al senador, quien estuvo ausente de la marcha, bajo el pretexto de que tenía que participar a un evento en España.

Los integrantes del gabinete de López Obrador, por su parte, tomaron paciencia e instalaron en círculo las sillas del templete y se pusieron a charlar. Después de un rato, prácticamente todos se bajaron del escenario.

Pasada la una y media, una voz femenina anunció a la asistencia que el mandatario seguía marchando, y que estaba apenas a la altura de la Alameda Central. «Agradecemos su comprensión», agregó la voz, «que continúe la música». Y los mariachis de las instituciones castrenses continuaron a tocar clásicos sin descanso.

A las tres de la tarde, después de caminar y apretar manos durante casi seis horas, la misma voz femenina anunció que el mandatario estaba próximo a llegar. 

El público se desató, y de repente decenas de miles de voces entonaron en coro las consignas con las que acompañaron al tabasqueño en su largo ascenso al poder.  «Es un honor estar con Obrador», «¡No estás solo!», «Pre-si-dente», gritaron. 

El contingente encabezado por el mandatario entró al Zócalo por la calle Madero, abierta especialmente para su marcha, y atravesó la plaza por unas vallas instaladas en el centro. 

El presidente llegó a paso rápido,  con el rostro cansado pero en el que se dibujaba una sonrisa enorme. Al ver que el mandatario estaba ya en su destino, el clamor se hizo más intenso. Centenares de brazos se levantaron, celulares en mano, para tomarle fotografías. 

Proceso