Organilleros, la tradición musical europea que se enraizó en México

Aunque tiene su origen en Alemania, el distintivo sonido de los organilleros caracteriza la cultura urbana en México, Chile y Argentina. Conoce cómo llegó a Latinoamérica esta caja de melodías populares que hoy enfrenta el desafío de sobrevivir en un mundo digital.

Organilleros, el sonido de México 

Si existe un sonido capaz de caracterizar a México es el de los organilleros o cilindreros. Esos músicos itinerantes y uniformados con una pesada caja de madera de hasta 60 kilos que, al hacer girar su manivela, emiten inconfundibles sinfonías populares en los barrios y plazas públicas del país.

Aunque su origen se remonta a la Alemania del siglo XIX, en la que florecía la industria musical popular, este robusto pero autómata instrumento se ha arraigado de manera profunda en la cultura mexicana (pero también en la chilena y argentina) hasta convertirse en una tradición de la música callejera. Sin embargo, este oficio poco a poco tiende a desaparecer conforme la modernidad se apodera de la cultura urbana.

Dentro de la caja 

Equilibrado sobre una pata de madera, el organillo está compuesto por un órgano de tubos portátil y un sistema de engranes que ha evolucionado a lo largo de los años. En sus inicios, el más común era mecánico, con un cilindro de madera y puntillas de bronce; luego surgieron los organillos neumáticos, que reemplazaron el cilindro por pliegos de cartón perforado con un mayor repertorio de melodías, mientras la música enlatada surgía como un medio cada vez más usado para almacenar canciones (una tecnología que, en siglos posteriores, daría paso a los discos de vinilo, casetes, CDs y la digitalización actual).

El sonido característico de un organillo, distintivo de épocas pasadas, se produce al girar la manivela, lo que desencadena una serie de eventos mecánicos que generan notas musicales a través de los tubos. El resultado es una melodía resonante y a menudo alegre que se propaga de manera clara y vibrante en el entorno, y su calidad puede variar según el diseño del instrumento. El mecanismo de perforación en el papel o cartón, que controla cuándo se abren y cierran los tubos de sonido, contribuye a la precisión y la regularidad del sonido.

Sonidos de Europa, en América 

Con un gran éxito en las calles y circos de Alemania, Francia y Suiza, donde utilizaban monos amaestrado para pedir dinero, los primeros organillos llegaron a Latinoamérica a finales del siglo XIX con los inmigrantes alemanes que establecieron negocios como “Wagner y Levien”, una casa de música en Ciudad de México que rentaba los instrumentos a quienes quisieran ganar unas monedas usándolos en espacios públicos o brindando servicios de serenata.

Tuvieron un gran impacto en países como Argentina, donde el último organillero de Buenos Aires, “Manu Balero”, murió en 1998 (aunque aún persisten en la provincia), y en Chile, donde todavía existen negocios que los reparan; sin embargo, en el caso particular de México, la tradición permaneció gracias a personajes como Pomposo Ganoa, hijo del entonces director de la sinfónica de Guanajuato, quien adquirió cerca de 250 organillos durante los años treinta, cuando se dejaron de fabricar en Alemania.

El sonido característico de un organillo, distintivo de épocas pasadas, se produce al girar la manivela
El sonido característico de un organillo, distintivo de épocas pasadas, se produce al girar la manivelaGrafissimo /iStock

Melodías en extinción 

En 1975 se estableció la Unión de Organilleros del Distrito Federal y la República Mexicana, un sindicato compuesto por 120 miembros que se distingue por su uniforme caqui con sombrero, inspirado en el ejército de Villa durante la Revolución; también está la organización Unión Libre, que se identifica por su uniforme gris. Hoy, ambas afiliaciones enfrentan el desafío de mantener viva una tradición cuyos ingresos se han reducido (incluso más, a partir de la pandemia), siendo ahora un trabajo secundario para la mayoría de sus miembros. Se calcula que, en México, quedan cerca de 500 cilindreros.

Con el paso de los años y melodías como Cielito LindoLa CucarachaGuadalajaraLas MañanitasLa BikinaSobre las OlasEl Rey o Bésame Mucho, varios organillos se han usado como fuente de refacciones, vendido a coleccionistas o han sido robados, lo que redujo su número disponible. En la actualidad, Silvia Hernández, nieta de Pomposo Ganoa, aún conserva cerca de 13 organillos para alquilar y continuar con el legado de su abuelo.

A pesar de que sus raíces históricas, su valor cultural y su papel como parte fundamental en la cultura urbana de México, hoy el oficio de organillero es escaso. En un mundo digital, con fácil acceso a un repertorio musical infinito, los cilindreros a menudo se enfrentan al riesgo de ser percibidos como obsoletos frente a formas modernas de entretenimiento. Sin embargo, su persistencia demuestra que aún hay quienes valoran la autenticidad, tradición y conexión con la herencia cultural que ofrece este invaluable arte callejero.

Muy Interesante México