Es posible que cuando sale a caminar por las calles de Londres, ciudad donde vive, no haya una sola persona que la reconozca y pueda pasar completamente desapercibida.
No se trata de la jugadora más popular en el mundo del fútbol, en base al número de seguidores en redes sociales, ni la mejor, según premios como el Balón de Oro y The BEST.
En cambio, lo que sí puede decir la australiana Sam Kerr es que se trata en este momento de la futbolista mejor pagada del mundo.
Por lo menos tomando en cuenta el salario que recibe del Chelsea, su club, con el que está dominando el fútbol inglés en los últimos años.
Sin embargo, lo que percibe anualmente Kerr, US$513.000 según coinciden varios medios deportivos especializados, solo equivaldría a una cuarta parte de lo que gana Kylian Mbappé en el PSG… a la semana.
Una muestra de que, si bien el fútbol femenino ha logrado importantes progresos en los últimos años, sigue habiendo una diferencia abismal entre mujeres y hombres en el mundo del balón.
Esta desigualdad se acentúa al tomar en cuenta los ingresos que reciben unos y otros en patrocinios, asociaciones con marcas y negocios personales.
Mientras que las ganancias de Kerr apenas superarían los US$2 millones al año por contratos con Nike y EA Sports, las de Mbappé se elevarían a US$128 millones, según publicó este año la revista Forbes.
Más arriba incluso aparecerían Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, los dos grandes protagonistas del fútbol en el siglo XXI y que pese a estar en el ocaso de sus carreras han logrado contratos multimillonarios por ir a jugar en ligas menos competitivas como las de Estados Unidos y Arabia Saudita, respectivamente.
En el caso de Ronaldo, por ejemplo, se afirma que recibe anualmente más de US$200 millones.
Rompiendo moldes
La lucha para que haya una igualdad de salarios entre hombres y mujeres en el fútbol ha avanzado en los últimos años, impulsada por lo ocurrido en Estados Unidos, donde la selección femenina ha sido históricamente mucho más exitosa que la masculina.
Antes de ganar su cuarto mundial en 2019, un grupo de 28 jugadoras de la selección presentaron una demanda contra la US Soccer (la federación de fútbol estadounidense) por una “discriminación de género institucionalizada”.
Pasaron años de litigio judicial hasta que en febrero de 2022 se firmó un histórico acuerdo laboral que garantiza el mismo pago para los integrantes de las selecciones masculina y femenina.
Aunque los premios en torneos masculinos son mucho mayores, como veremos más adelante, todo lo que generan los hombres y mujeres se junta en un pote y este se distribuye en partes iguales entre todos los jugadores.
De ahí que las 23 jugadoras que están representando a Estados Unidos en el mundial de Australia y Nueva Zelanda tendrían garantizado, así queden eliminadas en primera ronda, un premio mayor que el que recibirán las futbolistas que queden campeonas el próximo 20 de agosto.
Eso pese a tomar en cuenta el considerable aumento que dispuso la FIFA para este torneo, en el que se repartirán US$110 millones en premios en comparación con los US$30 millones que hubo hace cuatro años en el mundial de Francia.
Un incremento importante, sí, pero todavía muy inferior a los US$440 millones que se entregaron en el Mundial de Qatar el año pasado.
La FIFA asegura que se trata de un proceso y que va en camino de resolver estas diferencias.
Un ejemplo es que por primera vez, para este año, parte de los premios está destinado para beneficio directo de las jugadoras, ya que cada una recibirá como mínimo US$30 mil por participar en el mundial.
La cifra irá aumentando a medida que las selecciones logren avanzar a octavos, cuartos y semifinales, hasta llegar a un máximo de US$270.000 para cada una de las campeonas.
Gianni Infantino, presidente de la FIFA, ya prometió que el objetivo para los mundiales de 2026 (masculino) y 2027 (femenino) es que haya igualdad de premios.
Enorme potencial
La FIFA ve con muy buenos ojos el potencial de crecimiento que tiene el fútbol femenino, lo que se traduciría en una muy buena fuente de ingresos para sus arcas.
“Ya en Francia en 2019 se vio que el fútbol femenino ofrecía una gran oportunidad”, reconoció la semana pasada Romy Gai, director comercial del organismo rector del fútbol.
“Por eso tomamos la decisión de vender los derechos (de transmisión) por separado. La decisión ha quedado totalmente justificada”, agregó Gai haciendo referencia a que el torneo está siendo retransmitido en más de 200 territorios en todo el mundo.
Por si eso fuera poco, ya se batió el récord en el número de entradas vendidas para el mundial, y la FIFA calcula que unos 2.000 millones de personas interactuarán de alguna manera con el torneo, el doble de hace cuatro años.
Sin embargo, la sensación es que todavía falta un largo camino por recorrer.
El caso de Estados Unidos es la excepción más que la regla y son muy pocos los países que están yendo en una dirección similar.
Solo dos días antes de la inauguración del mundial las integrantes de la selección australiana emitieron un comunicado criticando la disparidad de premios entre los mundiales de hombres y de mujeres y el hecho de que la mayoría de países no cuente con una organización que represente al colectivo de jugadoras para presionar por mejores condiciones laborales.
“Todos queremos que nuestras jugadoras sean cien por ciento profesionales y ese debe ser el legado de esta Copa del Mundo», dijo Nick García, comisionado de la liga australiana de fútbol femenino.
«Si queremos ver un cambio generacional, este es el momento en el que todos los implicados, desde los socios comerciales hasta los gobiernos, deben comprometerse para el crecimiento de este deporte”, pidió.
El director de la federación de ese país, James Johnson, reconoció que con respecto al aumento de premios por parte de la FIFA “no llega hasta lo que tenemos aquí en Australia, pero es una mejora y hay más espacio para seguir mejorando”.
Partiendo desde la base
Para la historiadora Brenda Elsey, de la Universidad de Hofstra, en Nueva York, y autora del libro “Futbolera: una historia de la mujer y el deporte en América Latina”, la barrera más grande no es la FIFA sino las federaciones nacionales.
“Son las que deciden a nivel de cada país qué se hace y son las que deciden colectivamente con otros países las reglas que se implementan en la FIFA”, explicó Elsey en entrevista con BBC Mundo.
Pese a la promesa de la FIFA de recompensar a cada una de las 736 futbolistas presentes en el mundial, algunas jugadoras recibieron la noticia con cierto escepticismo de que el dinero realmente les vaya a llegar a ellas.
El organismo ya informó que los pagos se harán a través de las federaciones nacionales y que supervisará que se cumpla con lo prometido, pero no pudo confirmar ni cuándo ni cómo se hará ese proceso.
Elsey cree que el desafío que afronta el fútbol femenino es lograr establecer una base sólida de condiciones desde donde pueda construir su futuro, que podría ser el de una industria de “miles de millones de dólares”, según un reciente estudio publicado en Inglaterra.
Un ejemplo fueron las dificultades que tuvimos para encontrar información sobre lo que ganan las jugadoras mejor pagadas del mundo, a diferencia de la extensa documentación que existe sobre los salarios de sus pares masculinos.
“Es difícil porque para la mayoría el tipo de remuneración no clasifica como salario. Son honorarios, son cosas informales”, nos contó la historiadora.
“Ese es el mayor reto laboral. Porque más allá de pagar más, hasta a las que se les paga más se hace de manera informal, por lo que es difícil luchar por equidad de condiciones si legalmente ni siquiera es un empleo como tal”, concluyó.
BBC News Mundo