Se equivocan quienes suponen que meter a la cárcel al Bronco es un recurso distractor para ocultar el problema de la sequía. Ambos son asuntos de suma importancia. Y ambos tienen un mismo culpable: Jaime Rodríguez Calderón.
No acusemos al Bronco porque no llovió lo suficiente durante los últimos años. Culpémoslo de haber pateado el bote. De postergar las posibles soluciones. De esquivar las advertencias que le formularon los expertos. Las presas se estuvieron secando gota a gota ante la indiferencia del entonces gobernador. Y Jaime no movió un dedo.
Cierto: la gestión del Bronco se llenó de escándalos: anomalías que se acumularon a granel. Los 200,000 cobertores que “nunca existieron” y aún así se compraron por $30 millones de pesos, la Megamansión en Galeana (el tristemente célebre Palacio Rosa), la suegra pensionada generosamente, sin olvidar el dron de $54 millones de pesos.
Añada a lo anterior, las pruebas de Covid que se vendieron 20 veces por encima de su valor, la mafia de Agua y Drenaje, y el “Clan Coahuila”: exorbitantes saqueos en la Secretaría de Educación y en Salud.
Los adultos mayores recordarán aquella anécdota de un muy buen alcalde de Monterrey: don Pedro Quintanilla Coffin. En medio de una crisis del agua, justo en el racionamiento del líquido vital, en tiempos del gobernador Martínez Domínguez, salía don Pedro a pasearse por las colonias regiomontanas.
Se paraba en una plaza pública y las vecinas se le acercaban con sus peticiones. “Queremos agua” le rogaban a don Pedro. Y el alcalde replicaba: “¿no quieren una estudiantina?”. Las vecinas insistían con el agua. “Anden, yo les doy para las mandolinas”. En suma, a la gente le urgía una cosa, y la autoridad le salía con otra cosa distinta. Ahí sí había un intento de distracción.
Pero detener al Bronco, mientras se atiende el asunto de la sequía, no es una mera distracción como sí lo era ofrecer a las vecinas una estudiantina; se trata de atender los problemas públicos en varias pistas y al mismo tiempo.
Es verdad que a Jaime Rodríguez lo detuvieron por un supuesto delito de carácter electoral, pero ahora mismo se están armando más carpetas de investigación que lo involucran a él y a sus colaboradores cercanos en desvío de recursos públicos.
Sin venir a cuento les diré que el legendario mafioso Al Capone purgó una larga condena no por los múltiples homicidios que cometió (y de los que se jactaba) sino por el delito de evasión fiscal. Y añado: Eliot Ness, su célebre perseguidor, no era un policía sino un agente fiscal.