Después de que ningún candidato alcanzara 50% de los votos, los turcos regresarán a las urnas para elegir si Recep Tayyip Erdogan seguirá siendo su presidente o si darán un giro.
El presidente conservador turco, Recep Tayyip Erdogan, acusado de autoritarismo, salió mucho mejor parado de lo que le predecían los sondeos de las elecciones del domingo y en condiciones de renovar su mandato en la segunda vuelta, el 28 de mayo.
Erdogan, del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamoconservador), obtuvo 49.5% de los votos, seguido por el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, al frente de una coalición de seis partidos, con 44.9% de los votos.
Las autoridades electorales confirmaron el lunes que se celebrará una segunda vuelta, porque las mesas que quedan por escrutar no podrán asegurar a ningún candidato 50% más uno de los votos.
La tasa de participación del domingo, de 88.9%, fue récord en una presidencial.
Erdogan, de 69 años, desmintió los sondeos que lo daban prácticamente igualado con Kiliçdaroglu, en un contexto de grave crisis económica y de críticas por la tardía respuestas de las autoridades al terremoto que en febrero se cobró más de 50,000 vidas.
El AKP conservó además el control del Parlamento gracias a su alianza con los ultranacionalistas.
El triunfo de la oposición, que se antoja complicado a solo dos semanas de la segunda vuelta, podría transformar por completo al interior de Turquía, un país que solo ha conocido el mandato de Erdogan en los últimos 20 años.
Pero también podría traer cambios en el equilibrio geopolítico de Europa y Medio Oriente. Turquía, debido a su ubicación geográfica, se ha convertido en la puerta de entrada para miles de personas que buscan llegar a la Unión Europea desde Asia. Además, su voto es clave para la inclusión de nuevos países a la OTAN, como lo ha dejado ver con las candidaturas de Finlandia y Suecia, aún en espera del visto bueno turco.
Estas son los cambios que podría traer un eventual fin de la era de Erdogan frente a Turquía.
Un giro a la política exterior de Turquía
Turquía bajo el gobierno de Erdogan se ha alejado poco a poco de Occidente. Algunas razones son la compra a Rusia de sistema de defensa S-400 en 2019, el bloqueo a la candidatura de Suecia para integrarse a la OTAN, las amenazas de Erdogan de “inundar” a Europa de refugiados y la retórica beligerante contra Grecia y Chipre.
“Una victoria de la oposición también sería buena para los vecinos de Turquía, y de gran valor geopolítico para Occidente”, indica un análisis de la revista The Economist.
Consciente de que Ankara indignó a sus aliados de la OTAN al establecer desde 2016 una relación privilegiada con Moscú, «la Alianza Nacional —la oposición— promete reafirmar la vocación occidental de Turquía», explica Ilke Toygür, profesora de Geopolítica Europea en la Universidad Carlos III de Madrid.
No obstante, la oposición afirma querer continuar un «diálogo equilibrado» con Rusia.
“Una nueva Turquía mantendría la política de Erdogan de pasar sobre Ucrania. Seguiría suministrando drones a Ucrania, pero no se uniría a las sanciones contra Rusia; depende demasiado de ello para los turistas y el gas”, señala The Economist.
Algo parecido pasará con la relación de Turquía con China.
La Alianza Nacional también ha prometido relanzar la relación de Ankara con la Unión Europea. La oposición busca «la plena adhesión a la Unión Europea», afirma Ahmet Ünal Çevikoz, consejero especial de Kemal Kiliçdaroglu. Pero los diplomáticos y los observadores no esperan ningún avance a corto o mediano plazo.
Turquía tiene desde 1999 el estatuto de país candidato a la Unión Europea, pero las conversaciones para completar la adhesión han estado detenidas desde hace años, debido en parte a las amenazas de Ankara contra Grecia, un país miembro de la organización.
La última reunión de la Conferencia de Adhesión con Turquía a nivel ministerial se celebró el 30 de junio de 2016. La Conferencia inició las negociaciones sobre el capítulo 33, relativo a disposiciones financieras y presupuestarias. En la actualidad se han abierto 16 de los 35 capítulos, y uno de ellos se ha cerrado de forma provisional.
“El Consejo Europeo espera que Turquía respete plenamente el Derecho internacional, rebaje la intensidad de las tensiones en interés de la estabilidad regional en el Mediterráneo oriental y fomente las relaciones de buena vecindad de forma sostenible”, indica el Consejo Europeo sobre su relación actual con Turquía.
Pero la prioridad, según Çeviköz, será volver a conectar con la Siria de Bashar al Asad. Una reconciliación indispensable para garantizar el retorno, «sobre una base voluntaria» y en menos de dos años, de los 3.7 millones de refugiados sirios que viven en Turquía, una promesa que preocupa a los defensores de los derechos humanos.
Esta aproximación hacia Siria, además, puede traer más fricciones con Estados Unidos, un país con el que ya hubo tensiones por el combate de Erdogan a los kurdos, aliados estadounidenses en la región.
Un nuevo sistema de gobierno
En su programa de 240 páginas, la alianza, que reúne a seis partidos, promete el abandono del régimen presidencial introducido en 2018 y el retorno a una estricta separación de poderes.
La oposición quiere volver a un sistema parlamentario en el que los poderes del ejecutivo sean confiados a un primer ministro elegido por el Parlamento.
El presidente será elegido para un mandato único de siete años.
«Cambiar de régimen no será fácil debido al umbral parlamentario muy elevado de 3/5 necesarios para las revisiones constitucionales», estima Bertil Oder, profesora de Derecho Constitucional en la Universidad Koç de Estambul.
La oposición promete una «justicia independiente e imparcial» y la liberación de numerosos presos, entre ellos el mecenas Osman Kavala, condenado a cadena perpetua.
Kiliçdaroglu afirma que hará liberar a Selahattin Demirtas, líder del partido prokurdo HDP (Partido Democrático de los Pueblos) y firme opositor del presidente Erdogan, encarcelado desde 2016 por «propaganda terrorista”.
Sin embargo, la Alianza Nacional, que cuenta en su seno con el Buen Partido —influyente formación nacionalista—, no realizó ninguna propuesta concreta para resolver la cuestión kurda.
La oposición quiere reavivar la libertad de expresión y la de la prensa. Su dirigente desea abolir el delito de «insulto al presidente», que permitió sofocar las voces disonantes, prometiendo a los turcos que podrán «criticarlo muy fácilmente».
Más derechos para las mujeres y las minorías
El Presidente del Partido Republicano del Pueblo (CHP, laico), Kemal Kiliçdaroglu quiere garantizar por ley el uso del velo para tranquilizar a las electoras conservadoras que temen que su partido, históricamente hostil al fular en la cabeza, de marcha atrás respecto a ciertos logros obtenidos bajo Erdogan.
«Defenderemos los derechos de todas las mujeres», prometió, comprometiéndose a «respetar las creencias, estilos de vida e identidades de cada uno», en contraste con Erdogan, que regularmente acusa a los LGTBQ+ de “pervertidos».
Kiliçdaroglu desea reintegrar a Turquía en el Convenio de Estambul, que impone el enjuiciamiento de los autores de actos de violencia contra las mujeres, que Ankara abandonó en 2021.
Cambios económicos
La oposición promete romper inmediatamente con la política defendida con uñas y dientes por Erdogan que, contrariamente a las teorías económicas clásicas, pretende seguir bajando las tasas de interés a pesar de una inflación de cerca de 45% durante un año.
La Alianza Nacional asegura que reducirá la inflación «a solo una cifra, dentro de dos años» y «devolverá su credibilidad a la lira turca», que perdió cerca de 80% de su valor en cinco años frente al dólar.
«Independientemente de quién gane las elecciones, es poco probable que la economía turca se recupere rápidamente», afirma Erdal Yalçin, profesor de Economía Internacional de la universidad de Constanza (Alemania).
Ante la incertidumbre que Turquía vivía en las primeras horas del lunes sobre el resultado electoral, la lira marcó su valor histórico más bajo frente al dólar.
Desde el verano pasado, la lira ha perdido valor respecto al dólar de forma paulatina, con solo mínimas oscilaciones, y muchos analistas turcos advierten que el Banco Central turco mantiene el cambio artificialmente estable mediante intervenciones y restricciones a la compra de divisas por parte de las empresas.
Expansión