Macron siembra vientos y recoge tempestades

Aunque el gobierno de Emmanuel Macron quiere permanecer firme con su decreto que eleva la edad de jubilación, la resistencia social y sindical se endurece, y ya se empieza a soñar con una huelga general.

El lunes 20 de marzo en la Asamblea Nacional sólo faltaban nueve votos para invalidar el proyecto de reforma de las pensiones, censurar al gobierno de Emmanuel Macron y quizás incluso causar su caída. El presidente había eludido la votación y optado por la vía del decreto para imponerse. Esa decisión provocó que se intensificaran las huelgas y las protestas. Y aunque el gobierno quiere permanecer firme, la resistencia social y sindical se endurece, y ya se empieza a soñar con una huelga general.

PARÍS.– Tres millones y medio de personas en toda Francia y 800 mil en París, según el Frente Intersindical que encabeza el movimiento social –un millón y 119 mil, respectivamente, según el Ministerio del Interior–, se manifestaron el miércoles 22 de marzo por novena vez en diez semanas para exigir el retiro de la reforma sobre las pensiones presentada por Emmanuel Macron, como piedra angular de su segundo quinquenio.

Al igual que las del martes 7, estas manifestaciones son las más importantes de las dos últimas décadas, pero esa vez, tanto en París como en numerosas ciudades de provincia, se multiplicaron brotes de violencia al acabar las demostraciones sindicales, que se llevaron a cabo como siempre de manera pacífica y organizada, o al margen de las marchas.

Hasta bien entrada la noche grupos muy móviles de jóvenes se enfrentaron con la policía y prendieron fuego a la basura que se amontona por toneladas en calles capitalinas y de muchas ciudades del país debido a las huelgas en los servicios municipales de limpieza. Las autoridades hablan de 903 “funestes fogatas” en París.

Entre estos jóvenes se encuentran esencialmente anarquistas y activistas de ultraizquierda muy combativos, así como grupos de Black Bloc con mucha experiencia en actos de violencia. La policía contabilizó mil 500 “elementos perturbadores” en la capital. Hasta la fecha no se menciona que haya habido participación de grupúsculos de extrema derecha. En cambio, llama la atención la presencia de estudiantes sin afiliación política indignados por la adopción de la reforma de las pensiones por decreto.

Cabe recordar lo que pasó en la caótica semana que acaba de vivir Francia para entender por qué la juventud estudiantil se está involucrando más en el movimiento social y porque éste crece y se endurece.

Todo empieza el lunes 20. En la Asamblea Nacional se examinan dos mociones de censura del gobierno presentadas, una por los diputados de la Agrupación Nacional (ultraderecha), y otra por un grupo parlamentario transpartidista. La primera únicamente reúne los votos de sus promotores; la segunda, en cambio, suma 278 votos en favor.

Sólo faltaron nueve votos para invalidar el proyecto de reforma, censurar al gobierno y causar su caída.

En entrevista a las ocho de la noche del mismo día en el noticiario televisivo de TF1, la primera ministra Elisabeth Borne explica sin parpadear que el rechazo de las mociones de censura es en realidad una aprobación democrática de la reforma por la Asamblea Nacional, “olvidando” de paso que los diputados sólo habían logrado debatir sobre dos de los 20 artículos del proyecto de ley.

La frustración generada por el aborto de la censura al gobierno y el enojo desatado por el descaro de la primera ministra llevan a miles de franceses a manifestarse de manera improvisada en todo el país. Los más decididos son los jóvenes. Son también los más golpeados por la policía, que los reprime con lujo de violencia.

Proceso