Huachicoleros disfrazados de Godínez y la muerte de la competencia leal

El comercio de la ilegalidad no descansa nunca. Trabaja en sus maldades las 24 horas del día, los siete días de la semana. Igual que el comercio legal, el ilegal adopta las formas de la necesidad del cliente. Y siempre dúctil, siempre acomodaticio, tiene el mal hábito de abrir cien llaves y ordeñar cien ductos, cuando le cierran uno. Literalmente.

Hay un conocido refrán que ilustra las formas cambiantes del mercado, legal o ilegal: “si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada”. Cuando se cierran los ductos, una semana, un mes, un año (no puede ser eterno) los huachicoleros no se quedan con los brazos cruzados. En el mundo real no ocurre exactamente eso. El huachicolero, como todo comerciante, busca otras fuentes de ingresos derivados, alternos, sustitutos. 

Por ejemplo, en algunos estados como Veracruz, se ha incrementado exponencialmente el robo a mano armada de las pipas de hidrocarburos. Es sabido que en algunas gasolineras (que sufren desabasto), se venden bidones de gasolina en la madrugada, al doble del precio establecido. O sea, se aprovechan de la urgencia del cliente. Así de simple. Hacen su agosto en enero. O matan víbora en viernes. 

Cuando se propicia, se tolera o se alienta desde el gobierno el comercio ilegal del huachicoleo, ocurren distorsiones adicionales de la economía. Los lavadores del dinero ganado con el robo de combustible montan negocios sin clientes, plazas comerciales como gigantescos elefantes blancos, hoteles suntuosos sin huéspedes, edificios para renta compartida de oficinas, que quiebran tan pronto como abren. Dése el lector una vuelta por Polanco y verá lo que le digo. 

El huachicoleo no es sólo robo de combustible, es también la degeneración del mercado y del comercio, que provoca, a corto plazo, el deterioro económico de un país. Ya está pasando en México. Tener que competir sobre el mismo ring con lavadores de dinero, desincentiva a los buenos inversionistas, envilece el comercio justo, se da el tiro de gracia a la sana competencia y abre paso franco a los bandidos, forajidos y maleantes, disfrazados de empresarios, con traje Armani y maletín de Godínez, pero con una Cuerno de Chivo adentro.