Aquí en confianza

Votar o no votar, esa es la cuestión

El dilema shakesperiano con el que da inicio la famosísima obra Hamlet parece adquirir renovada trascendencia, al menos aquí en las tierras del águila y la serpiente. Se nos viene el segundo domingo de abril y con él, la tan llevada y traída consulta para la revocación de mandato. 

Para una buena parte de la población dejar de participar no es una opción; por conveniencia, por obligación o genuinamente convencidos, acudirán puntuales a la cita; otros, por el contrario, han desdeñado la actividad desde el principio. No obstante, hay quienes aun se encuentran en un debate interno sobre su intervención en el proceso.  

Frente a la duda, ofrezco algunas reflexiones

a) Si bien, en el marco de los derechos constitucionales de la ciudadanía se regula ampliamente la recién incorporada figura de revocación de mandato, la fracción IX del artículo 35 de la ley suprema determina que la convocatoria correrá a cargo del INE siempre y cuando así lo soliciten los ciudadanos; por lo tanto, la consulta aquí planteada es de suyo cuestionable, pues – en este caso – su impulso correspondió al propio gobierno y no a los gobernados, mientras que el partido oficial se dio a la tarea de recolectar las firmas requeridas y los servidores públicos promueven su realización bajo el argumento de “defender el proyecto” (cualquier cosa que esto signifique).

b) La pregunta mediante la cual se realizará la encuesta también ha dado de que hablar, toda vez que convierte al ejercicio de revocación en uno de ratificación del mandatario, supuesto que – por cierto – no está considerado en la Constitución. Dicho de otra forma, emitir un voto para que el gobernante siga en sus funciones va más allá del propósito natural de una acción revocatoria. Al respecto, el artículo 83 de la Constitución es claro al establecer la duración del cargo del Presidente de la República, por lo que resulta innecesario que se confirme mediante el sufragio la continuidad en la encomienda.

c) El derroche de recursos públicos para validar la popularidad del mandatario nacional contrasta con las prioridades en un país como el nuestro. Sin contar los gastos en propaganda y las erogaciones en las que incurren los servidores de la nación para hacer promoción abierta a favor del Presidente, la revocación le costará al pueblo – en su cifra más conservadora – mil 700 millones de pesos, lo que provocará un déficit al INE de 430 millones.

d) Hay quienes afirman que la revocación es un caldo de cultivo para seguir atacando al INE y a sus consejeros frente a una anunciada reforma constitucional, misma que tiene como propósito reconfigurar al órgano electoral rumbo a las elecciones de 2024. La misma suerte podría correr el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, mismo que también ha sido señalado con flamígero índice desde Palacio Nacional. 

e) El ejercicio se plantea en medio de una crisis de seguridad sin precedentes y de momentos aciagos en materia económica. Hoy en México existen 4 millones más de personas en condición de pobreza; hay nulo crecimiento y el fantasma de la recesión se hace presente de manera constante; además,  nos encontramos frente a la primera mitad de sexenio más violenta desde que se cuenta con registro, pero la narrativa oficial logra colocar estratégicamente los reflectores y acá únicamente se habla de revocación de mandato. 

Aquí en confianza, ante la disyuntiva de votar o no hacerlo, por supuesto la última palabra la tiene Usted, amable y única lectora; sin embargo, debe considerar que la consulta para la revocación es más bien un ensayo de movilización electoral de las estructuras partidistas que ha dejado a su paso inestabilidad y polarización. Se busca medir la fuerza del Presidente colocándolo a él en la boleta. Por lo tanto, ante un resultado totalmente previsible, el éxito del ejercicio se centrará en la alta participación; de ahí el interés que muestra el titular del régimen y sus huestes por hacer que las y los mexicanos vayamos en masa a las urnas.

¿Se trata entonces de vencer o de convencer?, por que – parafraseando al dramaturgo español Antonio Gala – en ello estriba la diferencia entre la dictadura y  la democracia. Ahí se los dejo para la reflexión.