Aquí en confianza

La lucha por el fentanilo

Que en los Estados Unidos se haya barajado de nueva cuenta (subrayo de nueva cuenta) la posibilidad de declarar a los cárteles mexicanos de la droga como terroristas internacionales y con ello, autorizar el despliegue de fuerzas militares en el territorio nacional para combatir a las mencionadas organizaciones, no tiene precio. Los dimes y diretes protagonizados en una esquina, por el principal inquilino del Palacio Nacional y en la otra, por algunos de los personajes de la política norteamericana de probada raigambre republicana, han escalado a alturas insospechadas y no parecen tener una conclusión satisfactoria, al menos no en el corto plazo. La manzana de la discordia: el fentanilo; droga sintética de la que se dice es 50 por ciento más poderosa que la heroína y que según datos de expertos en la materia, cobra la vida de doscientos estadounidenses cada día. Al respecto, se ha llegado a afirmar que en la nación de las barras y las estrellas es más probable encontrar la muerte por una sobredosis de opioides que en un accidente automovilístico. 

Altamente adictiva, barata y asequible, la droga de moda se ha convertido en el centro de las disputas entre las naciones que otrora presumían – lógicamente por encima de la mesa – una bonita relación de respeto basada en la no intervención.  

Montado en la efectiva narrativa del antiguo narcoestado, misma que tuvo su origen en la condena impuesta al ex secretario de seguridad pública, Genaro García Luna, el mandatario nacional ha sorteado cualquier cantidad de embates proferidos desde los feudos del Tío Sam, los cuales tienen como propósito cuestionar ácidamente los magros resultados del actual régimen en la batalla contra el narcotráfico. Para los vecinos del norte, la estrategia de “abrazos, no balazos” ha posibilitado el fortalecimiento de los cárteles y con ello, el crecimiento desmedido del tráfico de estupefacientes hacia los Estados Unidos. Dicho de otra forma, allende el Río Bravo se asegura recurrentemente que las muertes relacionadas con el consumo de drogas, principalmente las derivadas del abuso del fentanilo, son culpa directa de la falta de acción de las autoridades mexicanas para frenar su producción y trasiego. Y es que la crisis de los opioides en aquel país se ha catalogado ya como una epidemia. Si bien, en México existe un subregistro del uso de drogas, el consumo de fentanilo no puede compararse con el que se experimenta en países como Estados Unidos y Canadá. Así, el conflicto desencadenado entre territorios vecinos tiene bases distintas. Allá el escenario muestra un problema de salud pública en franco aumento; acá, los grupos de la delincuencia han encontrado una importante fuente de ingresos y sus operaciones criminales parecen no tener límite. El negocio resulta altamente rentable. De acuerdo con reportes especializados, producir y transportar un kilo de la poderosa droga les cuesta a los cárteles algo así como mil dólares, mientras que las ganancias por su comercialización rondan los 1.5 millones de billetes verdes. 

En medio del desencuentro que amenaza convertirse en un conflicto diplomático de gran calado, el presidente de las y los mexicanos – posiblemente con la finalidad de disminuir un poco los decibeles de la discusión – hizo ciertas declaraciones que bien podrían colocarse en alguno de los museos de Ripley. En una de sus conferencias matutinas, el gobernante propuso encontrar alternativas para sustituir el uso del fentanilo en medicamentos y con ello, prohibir su importación. No dudo que el planteamiento presidencial tenga las mejores intenciones, pero difícilmente representa una solución a la problemática. En realidad, no existe evidencia alguna de la fuga del opioide de las empresas farmacéuticas para alimentar el mercado de las drogas. La complicación radica en la entrada ilegal al país de fentanilo terminado para su consumo, así como de los precursores para su elaboración. A decir de Raúl Martín del Campo, miembro de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU y maestro en psicología de las adicciones, “los narcos tienen la posibilidad de fabricar su propio fentanilo; no necesitan robar el de uso médico”. 

Aquí en confianza, la llamada droga zombi, por los terribles efectos que produce en quien la consume, ha disparado las tensiones entre México y Estados Unidos. Mientras los reproches de ambas naciones se incrementan día a día, los acuerdos de cooperación para combatir la producción, tráfico y uso ilegal del opioide se ven muy lejanos. Debe quedarnos claro, no es lo mismo la lucha contra el fentanilo que la lucha por el fentanilo y créame, amable y única lectora, la diferencia va más allá de una mera cuestión semántica. Ahí se los dejo para la reflexión.

Nota. Lo antes expuesto representa la opinión personal del autor