Djokovic contra Australia, la historia continúa

Djokovic contraataca y pide entrenarse para el Open de Australia

Novak Djokovic no renuncia. Pese a que se le prohibió ingresar a Australia y quedó bloqueado en un centro migratorio, los abogados del tenista afirman que puede ser eximido de la vacuna contra el Covid-19, ya que superó la enfermedad y pidieron su trasladado a un establecimiento donde pueda entrenarse.

Probablemente hay cucarachas», denuncian seguidores de Djokovic en protesta.

Decenas de manifestantes antivacunas se unieron el sábado a los vehementes seguidores del tenista Novak Djokovic en una protesta para expresar su rechazo a las condiciones de detención del deportista en un centro migratorio de Melbourne.

El número 1 del tenis mundial, Novak Djokovic, permanece en un centro para migrantes después de que no se le autorizase la entrada en Australia, una polémica que llega a poco más de una semana del inicio del primer torneo del Grand Slam del año.

El tenista serbio, 34 años, espera aún poder defender su título en el Abierto de Australia y alcanzar así los 21 Grand Slams, superando el récord que ahora comparte con Roger Federer y Rafael Nadal (los tres con 20 ‘grandes’).

Djokovic, no obstante, se arriesga a ser deportado de Australia el próximo lunes después de que las autoridades del país cancelasen su visado de entrada, una medida que sus abogados han recurrido.

Sábado, 8 de enero

Djokovic habría recibido la exención médica después de haber dado positivo al Covid-19 el 16 de diciembre, informaron sus abogados en el escrito de apelación, de 32 páginas.

Pese a esa supuesta infección, Djokovic participó en un evento en su país con jóvenes promesas del tenis al día siguiente, sin mascarilla de protección.

La Federación Serbia de Tenis, en un mensaje publicado en Facebook el 17 de diciembre, informó que Djokovic había entregado trofeos y premios entre los mejores jugadores jóvenes del país en 2021.

Sus abogados también denunciaron que el tenista estuvo retenido en el aeropuerto de Melbourne durante ocho horas, la mayoría de ellas incomunicado.

El Economista